A las orillas del Papaloapan…

Un encuentro cercano del tercer tipo con el son jarocho en el Sotavento

x matías

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A veces hay experiencias en la vida que son tan mágicas, tan emocionantes y sobretodo tan conmovedoras que uno siente la obligación de contarle a las demás personas lo que vieron sus ojos, y luego además, cuando vienes acompañado de una lente de más o menos suficiente calidad como para sacar un chingo de fotos, pues ya no te queda de otra más que publicar la historia que en un primer principio quizás solo estaba pensada para uno, dos o tal vez mil seres entrañables en el alma de uno, que después al paso de las ideas revoloteantes se volvían tres o cuatro grupos de amigxs imaginarixs que forzosamente debían escuchar sobre esto que escucharon mis oidos y miraron mis ojos. Y luego pues ya dejas de seguirte haciendo güey y dices, chingue-su-madre (con el perdón de la mía, perdón jefa) y ya te pones a escribir….

Ésta es la historia de un encuentro entre dos mundos, por un lado un grupo de jóvenes universitarios acostumbrados al smog y provenientes de la vida citadina de la defectuosa urbe denominada actualmente CDMX con sus alrededores y del otro lado algunos miembros de dos comunidades en el sur de Veracruz; Otatitlán y Sinapan, la primera un municipio de más de 5 mil personas donde podríamos conocer el trabajo del Jardin Kojima y el grupo Yacatecuhtli  y la segunda una localidad que apenas alcanza los mil habitantes y forma parte del municipio de Santiago Tuxtla donde tendríamos el honor de conocer la vida y el trabajo de don Félix Baxin, escribano y sonero de tradición serrana. Ambas visitas en el contexto de una práctica de campo denominada “Expresiones artístico-culturales de la afrodescendencia” de la asignatura  de Afroamérica I del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras a cargo del doctor Jesús María Serna Moreno mejor conocido como Chucho.

Claro, contándola así la historia se vuelve menos íntima, menos particular e individualizada que como sería cuando lo puede contar uno desde su ronco pecho, y así quizá ciertas anécdotas quedarán sin ser contadas, nombres y precisiones geográficas desenfocadas por la ausencia de palabras al respecto asumida claramente a propósito para proteger las voces que confiaron en oídos atentos y corazones abiertos, ya que también ésta es la historia de un paseo prohibido, de un viaje imposible que tal vez después ya no se pueda hacer debido a que Veracruz ya no es mundialmente conocido por su ritmo y cadencia genial sino por la impunidad y la violencia que imperan en su geografía, por el descaro de un gobernador ausente que quién sabe dónde chingados esté y sobre todo que quién-sabe-cuánto-se-habrá-robado. Un gobernador asesino, corrupto y ladrón que representa muy bien todo lo que está mal en este tropical estado ensangrentado por la guerra.

Tristemente aqui en Veracruz la del PRI continúa siendo la imagen más recurrente en el jarocho paisaje de éste estado costeño, el logotipo del partido que aquí todavía y ya solo por unos pocos días más es partido-estado suele encontrarse en gorras, playeras, bolsas, muros, espectaculares, ceniceros y demás mercancías. Pero el PRI, por más que lo haya intentado mucho en los últimos tiempos, no podrá nunca poner su logotipo en el son jarocho ya que el PRI no suena ni sonará nunca a Son Jarocho, porque como dijo alguna vez el finado Subcomandante Marcos cuando contaba una historia del Viejo Antonio sobre los sueños buenos y los sueños malos… hablando con el viejo sabio de la Selva Lacandona, éste le decía al todavía-no-encapuchado-Marcos que el son jarocho es como el sueño de ser mejores, el de la libertad y la justicia por ejemplo. Esas dos cosas que el PRI nunca podrá representar. (ni cualquier otro partido pa’l caso)

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En fin, rápidamente y para los que no lo sepan, Veracruz de Ignacio de la Llave es el nombre completo del antepenúltimo estado de la República Mexicana en orden alfabético. Yucatán y Zacatecas son el penúltimo y último respectivamente. El sexto lugar en pobreza, ya que el primero es Chiapas y el segundo Oaxaca con los cuales colinda Veracruz además también de Tabasco al sur, Puebla, San Luis Potosí e Hidalgo al poniente y el mero Tamaulipas al norte. Tiene más o menos 7.6 millones de habitantes y una economía bastante diversificada entre la ganadería, el narcotráfico, el turismo y la agricultura. Siendo también el nombre del puerto de mayor importancia del país, es decir, el de la verdadera cruz que cuenta cabal desde el principio la historia de la colonización y la conquista de la región mesoamericana. Ahora bien, Sotavento es una palabra que viene de la mar y del catalán que hablaban los marinos provenientes de Cataluña, quiere decir debajo del viento y es también el nombre de la región de Veracruz en la que sucede la historia que estamos comenzando a contar.

Cuenca del río Papaloapan

Ahora pues Papaloapan quiere decir en náhuatl «lugar de las mariposas» o «río de las mariposas». El Papaloapan es un enorme sistema de flujos acuáticos que con todas sus fuentes alcanza más de 900 kilómetros de longitud desembocando en el golfo de México después de atravesar las ciudades de San Juan Bautista Tuxtepec, Otatitlán, Tlacojalpan, Cosamaloapan, Tlacotalpan y Alvarado. Pasa por los estados de Puebla y Oaxaca en donde da forma a una de las ocho regiones (Región Cuenca del Papaloapan) que le dan su identidad al estado sureño. Da forma a una extensa cuenca hídrica en cuyas orillas habitan más de 3.4 millones de personas. Las tierras fértiles y el clima cálido-húmedo propician las condiciones perfectas para la agricultura, la ganadería y la pesca, así como posteriormente con la llegada de los europeos el desarrollo de la industria azucarera, razón por la cual, después de la consolidación de la conquista y el sometimiento de las poblaciones originarias de la región, los colonos españoles trajeron mano de obra esclava proveniente de África para trabajar los campos de caña principalmente, pero también de otro tipo de productos como el tabaco o el plátano.

Es por esto que en esta región se consolidó, como en varias otras regiones de América, un fuerte cimarronaje (término usado por los españoles para decir de una persona o animal huido al monte) que dio paso a un fuerte y continuo mestizaje con las poblaciones indígenas locales que con el tiempo serían denominadas por los especialistas como mulatas, aunque quizá el término más claro en la cromatología racista occidental sería más bien el de pardo, el de zambo o el de lobo (producto de negro e india) ya que mulato hace más bien referencia a blanco y negra o negra y blanco. En todo caso en esta región en particular de México al fruto de la mezcla entre negro e india se le conoció como jarocho.

Esta afroindianidad mestiza tiene en el son jarocho una de sus manifestaciones más creativas y productivas ya que a través de sus ritmos musicales otros ha llegado a cautivar auditorios en todas partes del mundo, atrayendo la atención de todo tipo de músicos y músicas. Muy probablemente mucho tenga que ver en esto la genética rebelde del son que tiene tatuada en su ADN la historia de la lucha de todxs esxs negrxs y todxs esxs indixs por existir y poder ser y estar más allá de la dominación colonial, de la esclavitud y la servidumbre, del trabajo forzado y la humillación de la pobreza y la miseria. Las versadas y las zapateadas son, como la ejecución de los músicos, expresiones de libertad y rebeldía que no pierden actualidad. El son es pues un símbolo de identidad, una expresión de la compleja lucha dentro de ese proceso de búsqueda de identidad e identificación entre lo tradicional y lo nuevo que da como resultado la cultura….

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-Continuará

Manténgase al pendiente de la próxima e inminente sálida de la segunda parte de esta crónica informal en la que encontrarán todas las fotos que me va a pasar el Vicktor de las que sacamos el Emmanuel y yo.

Mientras tanto relájense y dénse un quemón de este par de excelentes videos sobre el genial trabajo del Jardín Kojima en Otatitlán.

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